Cuestión de estilo

Categoría: Escalada, Noticias

Tras la primera escalada a la cara sur del Cerro San Francisco junto a Eberhard Meier, Ludwig Krahl señaló que dicho ascenso significó: 

“… el comienzo de una nueva modalidad en el andinismo chileno… tratando de abolir el concepto clásico del andinismo que, por mucho que se diga en contra, en el fondo no es otra cosa que cargar un bulto y echar a andar”.

Corría el año 1945 y las palabras de Krahl, alemán asentado en nuestro país, daban cuenta de una nueva manera de ver el montañismo que proponía enfrentar a la montaña desde su vertiente más difícil y a la búsqueda de nuevas cumbres y rutas. Este estilo de escalada se perfeccionó con el correr de los años y vio quizás su máxima expresión con los ascensos al cerro Castillo en 1953 por parte del gran Sergio Kunstmann, Eberhard Meier, Ernesto Hoffmann, y el mismo Krahl y la pared sur del Morado en 1961 por parte de Cesar Vásquez y Juan Tangol. Luego vendrían escaladores como Jose Ambrus, Gino Casassa, Dagoberto Delgado, Christian Buracchio, Misael Alvial, Waldo Farias, Dario Arancibia, Andres Zegers, Felipe Gonzalez Donoso, Armando Montero, Camilo Rada y varios más que han sabido tomar el relevo de los pioneros y han elevado el listón del montañismo nacional escribiendo su historia.

Paine grande, cumbre central y cumbre sur o Bariloche, 11 de Febrero 1955. Luis Krahl, Sergio Kunstmann, Ernesto Paya y Ricardo Vivanco.

Paine grande, cumbre central y cumbre sur o Bariloche, primer ascenso, 11 de Febrero 1955. Luis Krahl, Sergio Kunstmann, Ernesto Paya y Ricardo Vivanco. Colección María Paz Krahl.

A casi 70 años del ascenso a la sur del San Francisco, las palabras de Krahl siguen sonando visionarias. Si bien hay muchas más personas practicando montañismo y escalada, gracias en parte a los avances tecnológicos en el equipo y a un incipiente mercado, en verdad son sólo unos pocos quienes mantienen vivo el espíritu de los pioneros buscando nuevos desafíos y retos deportivos.

¿Qué placer más grande puede experimentar un escalador que alcanzar una cumbre inescalada, escalar una ruta nunca antes hecha o embarcarse en expediciones con más incertidumbres que certezas? He ahí, en la búsqueda de lo nuevo y de lo inexplorado el verdadero sentido del alpinismo, o mejor dicho andinismo en nuestro caso.

“Hay que hacerse cargo de nuestras montañas” señaló un destacado escalador nacional, haciendo referencia a que muchas veces pasamos por alto lo que tenemos en nuestro “Patio”, fijando objetivos en destinos lejanos.

Históricamente nuestras montañas han perdido su virginidad a costa de los pioletazos y empotres de montañistas extranjeros que motivados por la belleza y el desafío que han encontrado en nuestros Andes, y gracias a una cultura de montaña superior, hay que decirlo, han escrito buenos capítulos de la historia del montañismo en nuestras australes latitudes. Mientras planificamos viajes al extranjero a destinos ya conocidos, los vírgenes cordones patagónicos o los escondidos cerros de los andes centrales siguen esperando en silencio al escalador que encuentre en sus laderas la motivación necesaria para “intentarlo”. ¿Será que estamos mal acostumbrados a la comodidad de una ruta conocida?, ¿es una cuestión de cultura?.

Con miles de kilómetros de cordillera, con montañas de casi 7.000 metros, con enormes paredes de granito y con dos campos de hielo en nuestro territorio, parece inaudito que no tengamos una cultura de montaña desarrollada. Parece indigno que gran parte de los niños de nuestro país no conozcan la nieve y parece lamentable que viviendo a los pies de la cordillera de los Andes no tengamos una federación de andinismo a la altura. Bajo ese escenario, es difícil que seamos nosotros y no los escaladores extranjeros quienes le den el valor que se merecen nuestras montañas.

Pared sur del Morado (izq.) y Pared sur del Cerro Arenas. Dos clásicos de los Andes Centrales.

Pared sur del Morado y Pared sur del Cerro Arenas. Dos clásicos de los Andes Centrales. Sergio Infante.

Sin una buena documentación, sin una biblioteca a libre disposición para la comunidad y sin valorar la historia de nuestro andinismo es difícil avanzar. Sin ir más lejos, a falta de una documentación por parte de la federación de andinismo, la revista Escalando ha sido estos últimos 10 años la publicación “privada” que se encarga de documentar la historia del montañismo nacional. Sin esta revista, la realidad de nuestro montañismo sería aún más pobre.

No creo que sea necesario subir el plomo en 8 horas ida y vuelta o escalar un 5.13 a vista para atreverse a explorar o a buscar altos desafíos, de hecho, generalmente quienes se embarcan en ese tipo de proyectos no lo hacen, eso sí, tienen algo que es más difícil de encontrar, y eso es la convicción en lo que se hace, y las ganas de ir más allá de lo establecido. Hay gente que se conforma con subir la linda ruta normal del Plomo una vez al año, lo que está muy bien, pero si de verdad nos hacemos llamar montañistas tenemos que ser capaces de ir más allá y de ponernos a prueba constantemente.

Cada vez que leo sobre gestas y épicos ascensos por parte de los pioneros me admiro del valor que tuvieron para montarse en rutas de alta dificultad y exposición, con cuerdas de cáñamo y sin goretex, motivados por el deseo de alcanzar lo inalcanzable y de realizarse en la vertical. Historias de escalada como las de Ludwig Krahl, escritas en épocas que nos parecen ajenas, nos instan a querer y a proteger a nuestra cordillera y nos motivan a seguir creciendo como montañistas.

La invitación es a soñar. Después de todo el montañismo se trata en gran medida de eso, de soñar con cumbres majestuosas y rutas nuevas, de entrenar a conciencia y de cumplir los sueños a base de esfuerzo y dedicación. Tenemos una cordillera inmensa esperando por ser explorada. Si amas la montaña y sabes escalar, ¿por qué no intentarlo?

Por Sergio Infante

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